No pasaba por su cabeza el dejarlo. No seriamente. Aunque se lo dijo muchas veces:

-Te voy a dejar
-Quiero dejarlo
-Déjame en paz

Pero nunca era verdad. Quería pegarle un susto. Que el descarriado Marcos volviese al redil. Y no funcionaba. Lo asustaba sí, vaya que sí. Él suplicaba:

-No me dejes
-No lo dejemos

Eso era todo. Un buen polvo, dos días juntos y volvía a desaparecer.