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EL FIN DE LA INOCENCIA DE LA INSEGURIDAD INFORMÁTICA


Mercè Molist
"Del ansia de saber al ansia de poseer". Así resume Chelo Malagón, del equipo de seguridad informática (CERT) de RedIRIS, la evolución de los atacantes en una Internet donde la seguridad ha pasado de ser la gran olvidada a la peor pesadilla. En diez años han aumentado exponencialmente el número y complejidad de los ataques, con el internauta de a pie como cebo fácil.

A finales de los 90, el atacante estándar pertenecía al llamado "underground", "amateurs" dedicados a la investigación y el entretenimiento que atacaban servidores para concienciar a las empresas de su falta de seguridad. Hoy, son delincuentes: "Una verdadera industria con niveles muy altos de profesionalidad y conocimientos, mejor organizados y con el lucro como motivo", explica Malagón.

La irrupción de la ciberdelincuencia, a partir del 2002, cambió todas las reglas. Los ataques serían cada vez más sofisticados, dirigidos a objetivos concretos y difíciles de detectar. Asimismo, sus víctimas ya no serían sólo los servidores corporativos sino también los ordenadores domésticos, con sistema operativo Windows, conectados permanentemente a la red por banda ancha y poco protegidos.

Sólo era preciso saber engañar a sus propietarios para infectarlos con virus que diesen a los ciberdelincuentes el control de millones de ordenadores. Esto provocó, como explica el equipo esCERT de la Universitat Politècnica de Catalunya, una gran paradoja: "Los internautas pasaron a ser atacantes en potencia". Fuera de su control, sus ordenadores se convirtieron en armas para mandar correo basura, virus o bombardear otras máquinas.

Así se formaron vastas redes, las "botnets", controladas por los criminales. Algo ni siquiera imaginado hace diez años y hoy convertido en la principal plaga del ciberespacio, parte esencial de la mayoría de cíbercrimenes y estafas como el "phishing" o robo de cuentas bancarias, cuya curva de crecimiento desde mediados de la primera década del siglo XXI es alarmante.

El negocio formado alrededor de las "botnets", "que pueden alquilarse o venderse para controlar y extraer información de miles de ordenadores en todo el mundo", explican en esCERT, da una idea del actual volumen del mercado negro de la inseguridad informática, donde se compran y venden programas maliciosos por decenas de miles de euros.

Los antaño virus ya no se llaman así sino un genérico "código malicioso" cada vez más inteligente, cambiante y difícil de detectar que incluye un sinfín de variantes. De estas, se llevan la palma los "troyanos bancarios", creados para robar a los clientes de entidades financieras.  El interés de sus creadores es puramente económico, muy lejos del afán investigador de los escritores de virus de los 90.

Al ser una pieza esencial del entramado del cibercrimen, el código malicioso ha vivido una evolución explosiva, en la que ya no se distingue entre las ramas tradicionales, como el "hacking" o los virus, y se mezclan todas en cada vez más complejos esquemas. "En definitiva, hoy los virus son programas que llegan de una forma u otra a los ordenadores y se dejan controlar desde el ordenador que los ha distribuido", aseguran en esCERT.

Paralelo aumento ha sufrido el correo basura ("spam"), que ya no manda sólo publicidad, siendo la de tipo farmacéutico y sexual la que más ha crecido, sino también estafas, código malicioso y, últimamente, enlaces fraudulentos hacia la web, convertida en los últimos tiempos en nuevo escenario del cibercrimen.

"Hace diez años, el "spam" entraba a través de servidores de correo mal configurados, procedía de fuentes fáciles de identificar y denunciar. Entonces salieron las primeras legislaciones contra esto, pero los "spammers" descubrieron la forma de disponer de millones de ordenadores y no sólo el "spam" aumentó de forma desmedida sino que la legislación dejó de ser útil", explica Jesús Sanz de las Heras, del IRIS-CERT.

Si en el 2000 el correo basura no representaba más del 20% del tráfico de Internet, en 2005 ya era el 50% y hoy es el 95%. "Pero el que llega a los buzones de los internautas no es tanto, porque las medidas de defensa han mejorado notablemente", advierte Sanz de las Heras, aunque la mala noticia es que "se está ampliando a otros canales, como la mensajería instantánea y los blogs".

El futuro no pinta mejor para el resto de la seguridad informática, según el esCERT: "Después del crimen organizado, el terrorismo y la guerra pasarán también al mundo virtual". Los sistemas de defensa evolucionarán a la par, aseguran, "desarrollando agentes que se infiltran silenciosamente en los ordenadores y elementos de gestión de las redes para detectar los ataques y protegerse desde el principio".

En este escenario habrá nuevos actores, explican en esCERT: "Los ciber-militares o ciber-policias que actuarán atacando abiertamente la red, para proteger a otros que están siendo atacados injustamente o para prevenir ataques a servicios críticos". Y nuevos objetos a defender: "Los dispositivos móviles y las consolas de videojuegos con acceso a la red".




IRIS-CERT
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esCERT
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