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MILES DE HACKERS TOMAN BERLÍN EN SU CONGRESO ANUAL
Mercè Molist
No quedó consola con cabeza. Ni tecnología de lo
más moderna, como "Bluetooth" o la telefonía por
Internet, sin diseccionar. La cultura "hacker" europea se
reunió, como ya es tradición, los cuatro últimos
días del año en Berlín. Bajo el lema "¿En
quién puedes confiar?", 4.500 expertos informáticos
jugaron a deconstruir los principales iconos de la era digital.
El grupo alemán de "hackers" Chaos Computer Club, el más
numeroso del planeta, fue el anfitrión de la fiesta, nacida en
1984 y la mayor reunión "hacker" de Europa. Buena parte de las
charlas tocaron temas punteros de seguridad y privacidad
informática, como la poca fiabilidad de las máquinas de
votación electrónica, los virus que atacan
teléfonos móviles o la creciente afición de los
gobiernos a recopilar datos sobre sus ciudadanos.
La conferencia estrella mostró cómo "crackear" las
principales consolas del mercado, Wii, PlayStation 3 y XBox 360, para
que funcionen con videojuegos no certificados por el fabricante. Un
encapuchado irrumpió en la charla y demostró, sin mediar
palabra, cómo a través de un fallo en el juego "King
Kong" se podía introducir código no autorizado en la Xbox.
A pesar de este toque teatral, el público del congreso no eran
terroristas, delincuentes ni tan sólo los típicos
intrusos informáticos de las películas. La comunidad
"hacker" no considera como tales a estos individuos y, en general, las
charlas se dirigían a cómo combatirlos o descubrir fallos
antes de que lo hagan ellos.
Los asistentes a la reunión, jóvenes en su mayoría
y algunos viejos electro-hippies, eran "hackers" entendidos en su
sentido primigenio: aficionados a la tecnología que, movidos por
la curiosidad y sin afán destructivo, investigan más
allá de lo que dice el manual. O, como los define el diccionario
de jerga "hacker", "Jargon File": "Quienes disfrutan explorando
sistemas y formas de forzar sus capacidades".
Esto engloba a intrusos informáticos benignos, expertos en un
tema tecnológico concreto o programadores que disfrutan
creando código. Incluso, según el "Jargon File", se puede
ser "hacker" sin saber nada de tecnología: "Cualquiera que
disfrute del reto intelectual de la creación y
circunvalación de las limitaciones. Por ejemplo, un "hacker" de
la astronomía".
La imaginación, la curiosidad o la elegancia técnica son
palabras clave de esta contracultura con mala fama, por los abusos que
algunos han realizado enarbolando su bandera. Para contrarrestarlo, dan
gran importancia a la llamada "ética hacker", un código
moral que incluye normas como no destruir redes ni ordenadores o
respetar la libertad de la información y la privacidad de los
datos.
John Perry Barlow, co-fundador de la norteamericana Electronic Frontier
Foundation (Fundación de la Frontera Electrónica),
explicó las diferencias entre "hackers" y criminales ante una
nutrida audiencia y cómo los primeros empezaron a ser
considerados delincuentes, a principios de los 90, por la
incompresión de gobiernos y empresas ante la libertad de
pensamiento y acción de este movimiento.
Barlow insistió en la necesidad de mantener conductas
éticas para distanciar al colectivo del crimen organizado que,
con cada vez más fuerza, usa en su propio interés las
herramientas tecnológicas creadas por los "hackers", e incluso
los contrata. El Chaos Computer Club sufrió en los años
80 estas prácticas, cuando el servicio secreto KGB
reclutó a algunos de sus miembros para robar secretos de los
ordenadores militares estadounidenses.
Pero la seguridad informática es sólo una rama del
movimiento "hacker", como pudo verse en el congreso. Otros muchos
dedican sus energías al revolucionario esfuerzo colectivo
mundial del "software" libre, que consiste en crear programas de forma
voluntaria, la mayoría gratuitos, que los usuarios pueden
copiar, distribuir y modificar libremente.
El "software" libre se ha convertido en un seria competencia para las
grandes compañías informáticas y su
filosofía se extiende ahora a la cultura, amenazando
especialmente a la industria discográfica con la llamada
"música libre", que puede descargarse gratuitamente de Internet.
El abogado Lawrence Lessig, principal ideólogo de esta
revolución cultural, hizo un símil entre el inicio del
hundimiento de la Unión Soviética y el actual sistema de
derechos de autor.
Lessig explicó a la comunidad "hacker" que, para ganar esta
"guerra", era mejor crear nuevas iniciativas e infraestructuras libres,
en vez de romper periódicamente las protecciones anticopia de la
industria. John Perry Barlow discrepó en esta estrategia,
asegurando que "una combinación de desobediencia civil masiva y
el hecho de que nosotros, la Hezbollah electrónica, somos
más hábiles" resolverán este problema.
ESPAÑOLES EN EL CAOS
Medio centenar de "hackers" españoles asistieron este año
a la reunión del Chaos Computer Club (Club Informático
del Caos). Uno de ellos fue José Moreno, quien disfrutó
de lo lindo con la principal atracción: "Por 10 euros, te
vendían un aparato con un chip RFID (Identificación por
RadioFrecuencia) que permitía tenerte localizado en tiempo real.
Parece absurdo que pagase por algo que permite que me persigan, pero la
idea era divertida".
Esta iniciativa pretendía concienciar sobre los chips RFID,
presentes en cada vez más productos, pasaportes y tarjetas de
crédito, sin que lo sepa el consumidor. Con un aparato lector,
se pueden seguir los pasos de la persona y realizar cálculos
estadísticos sobre sus costumbres y amigos. Una gran pantalla
mostraba a quienes llevaban los chips, convertidos en puntos
móviles por el edificio.
Moreno disfrutó también viendo una charla totalmente
anónima, en la que el conferenciante hablaba y pasaba las
transparencias a través de un teléfono por Internet
irrastreable: "Fue una demostración de que en el futuro
podrían darse charlas de este modo, para evitar que la
policía detenga a los conferenciantes, como ha sucedido
recientemente en algunos congresos de "hackers" de Estados Unidos".
Copyright 2007 Mercè Molist.
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